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2/2011

Donde se queman los libros...

Los primeros días de enero nos encontraban visitando los apiarios que conformamos desde hace tres años en la distante e infrecuente provincia de Formosa. Lo de Toledo, el Chelo Mier, Caqui, don Ayala, lo de Acho, y nuestro amigo y anfitrión Don Víctor Silvera, son solo algunos de nuestros apiarios. Gente de pequeñas chacras donde antaño se sembraba mucho algodón y variedad de verduras y que, tras perder su productividad agro-hortícola e invadidas por retoños del monte tropical, dieron lugar, en su mayoría, a la ganadería de subsistencia.

Las condiciones excepcionales de humedad, temperatura y fertilidad, hacen que la mayoría de las plantas introducidas y originarias de la zona, se desarrollen más del doble que las que encontramos en la zona pampeana. Los ceibos se confunden en tamaño con los ombues del barrio de Palermo y a la sombra de un solo timbó podremos ubicar cómodamente treinta colmenas.

Y ni que hablar de los bichos que la madre natura ubicó por estos pagos. Los sapos parecen un balón nº 5, y una sola chicharra podría aplastar a cinco de nuestras sureñas.

Si nos remitimos a la flora apícola, podríamos citar un sinnúmero de variedad de floraciones que compiten entre sí en los montes y praderas ganaderas, sin prevalecer ninguna. Esto hace que no haya una mielada bien definida, la constante son floraciones cortas de frecuentes interrupciones. La colmena arranca y se detiene constantemente, nunca hace mucha abeja y se va arreglando con poco…

Una de las pocas mieladas persistentes que pudimos observar en años anteriores, y que este año falló, es la de la Palma, obsequiando una miel suave de color ámbar, 70-80mm. También podríamos citar una floración de bañados, que encontramos a menudo en esta geografía, pero que tal vez podremos evaluar el año entrante, ya que recién ahora pudimos ubicar un colmenar en cercanías de los esteros, que son visitados por inundaciones estacionales, donde la principal limitante es encontrar zonas altas donde ubicar los apiarios.

Ahora es cuando entendemos bien lo de la adaptabilidad al medio de la que hablan muchos genetistas. Las abejas de los enjambres que capturamos para nuestros apiarios tienen un comportamiento totalmente atípico con la línea Italiana que nosotros manejamos en el centro del País. Son superiores en velocidad, entran y salen de la colmena disparadas como flechas, cuando uno abre la colmena al instante desaparecen de los cuadros, y no le gusta para nada ruidos molestos cerca del colmenar. Podés trabajar a su lado sin problemas, respetando ciertas reglas básicas, pero a la hora de abrir una colmena, mejor estar preparado.

Permanentemente se nos queman los libros. Con esta abeja es imposible hacer transferencias, colocar alzas implica vestirse con las mejores ropas a la moda, inútil manejarse con los trapos rotos y de alpargatas como es costumbre. Y la necesidad imperiosa de sacarse la careta, cuando 20 gotas de sudor se lanzan en catarata desde nuestra cabellera, tenemos que suprimirla hasta 500 metros del colmenar.

Indudablemente hay más de un eco-tipo en cuanto a la agresividad, ya que no todas son ultra defensivas y si uno se instalara en la zona con un trabajo específico y concienzudo podría mantener abejas manejables. De hecho algunas de las colmenas que nosotros llevamos desde la provincia de Bs. As se mantienen con rindes similares a las locales, son muy pocas desde luego, pero son las excepciones a seleccionar en un trabajo futuro de mejoramiento.

Otro dilema tiene que ver con la idiosincrasia de las poblaciones rurales, donde está muy arraigado el proveerse de los alimentos del campo. La miel es la golosina esencialmente natural por excelencia, y la visita esporádica a los apiarios para proveerse de este manjar delicioso, no tiene otra solución más que la resignación. Entendiendo siempre que el saqueo se trata del antojo primitivo de algún adolescente y no el de comerciar a costa de nuestro esfuerzo y dedicación.

Seguimos recorriendo nuestro extenso país. Atravesamos una linda provincia con sus matices de verde, surcada por infinidad de arroyos, bañados, y sus montes inquebrantables, con mucho esfuerzo y por ahora pocas nueces. Vivimos una experiencia nueva, conocemos gente que se procura, intercambiamos experiencias enriquecedoras, ganamos aprecio y por qué no, también ganamos patria...

Como dice alguna canción por ahí,

La patria no se hizo sola,

Se fue haciendo de a poquito,

La patria no se hizo sola,

Si quieren les voy contando

¡Hasta Pronto!

Apícola Mercedes

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